Amor Meteorológico



Para las próximas centurias el pronóstico de mi corazón es el siguiente:

Continuará la ola de calor en mis huesos producto de la paradoja producida por el aire fresco que sopla desde el día en te conocí.
Un frente polar baja las temperaturas de mi corazón al verte partir. Para esta vida la máxima será prosperidad y felicidad contigo (para el área suburbana de mi corazón) y la mínima, una existencia de indiferencia con algunas miradas aisladas. La sensación térmica, altísima siempre y cuando su piel se pose sobre mi territorio nacional.
Un inminente reencuentro amenaza las costas de mi imaginación, elevando la temperatura de mis calzoncillos. Es que cada vez que te veo chaparrones de felicidad producen un alerta meteorológico que obliga a evacuar todo malo pensamiento que transita sin cuidado las calles de mi sentir.
Una ráfaga de viento fresco se hará presente con tu mirada.
Lluvias aisladas de besos producirán anegamientos en mi alma.
Un frente de aire cálido perdura en la región central de mi cuerpo producto de una zona de alta presión ubicada en la región montañosa de tu ser. Mejorando hacia la noche habrá delicioso tiempo húmedo en tu cuerpo y un desayuno inminente por la mañana.

Por ello recomiendo no salir del hogar sin un saquito, caminar por la sombra, y si ve que se aproxima una nube de amor, abra el paraguas por las dudas. Aunque le advierto que le será totalmente inútil… Es que en ese momento no habrá vuelta atrás y usted se verá condenado a haber sido arrastrado por el más hermoso de los huracanes. Un huracán con nombre de mujer, una mujer con cuerpo de huracán.

Purificación en Saquitos


Una tarde de Septiembre el viejo maestro Tang Chiun se encontraba junto a su discípulo Poroto a punto de tomar su habitual té. Sosteniendo la pequeña vasija y luego de reflexionar largamente, el maestro refirió:

- La primer taza de té humedece mis labios y mi garganta, la segunda quiebra mi soledad, la tercera busca mi ser más íntimo…
- Maestro… -intentó interrumpir Poroto sin éxito alguno.
- … La cuarta taza -siguió diciendo Tang Chiun- provoca una tenue transpiración; todos los errores de mi vida escapan por mis poros. Al llegar a la quinta taza estoy purificado; la sexta taza…
- ¡Pero maestro..! -volvió a interrumpir Poroto, sólo consiguiendo que su maestro elevase el tono de voz.
- La sexta taza me llama al reino de los inmortales y así debería seguir bebiendo hasta encontrar la iluminación del gran Bodhidharma. Pero como sólo soy un mortal, beberé esta taza de té… ¡Salud, mi impaciente aprendiz!
- ¡Espere maestro! -Tang Chiun bebió velozmente- Maestro, eso no es té… - el maestro escupió el brebaje por los aires- es lavandina… Es que no había otro recipiente…
- Para ti es lavandina, para mí es simplemente no-té. Un monje siempre huele la lavandina, aunque esté adentro suyo… Ve, fiel aprendiz, ve y medita, ve a caminar… y si encuentras un médico mándalo enseguida para aquí.


El maestro en ese momento pensó que había conseguido la iluminación por haber visto un fogonazo a su alrededor. Luego se enteró que sólo era producto de la intoxicación sufrida… Poroto desde entonces comenzó a lavar los pisos con boldo.