Una tarde de Septiembre el viejo maestro Tang Chiun se encontraba junto a su discípulo Poroto a punto de tomar su habitual té. Sosteniendo la pequeña vasija y luego de reflexionar largamente, el maestro refirió:
- La primer taza de té humedece mis labios y mi garganta, la segunda quiebra mi soledad, la tercera busca mi ser más íntimo…
- Maestro… -intentó interrumpir Poroto sin éxito alguno.
- … La cuarta taza -siguió diciendo Tang Chiun- provoca una tenue transpiración; todos los errores de mi vida escapan por mis poros. Al llegar a la quinta taza estoy purificado; la sexta taza…- ¡Pero maestro..! -volvió a interrumpir Poroto, sólo consiguiendo que su maestro elevase el tono de voz.
- La sexta taza me llama al reino de los inmortales y así debería seguir bebiendo hasta encontrar la iluminación del gran Bodhidharma. Pero como sólo soy un mortal, beberé esta taza de té… ¡Salud, mi impaciente aprendiz!
- ¡Espere maestro! -Tang Chiun bebió velozmente- Maestro, eso no es té… - el maestro escupió el brebaje por los aires- es lavandina… Es que no había otro recipiente…
- Para ti es lavandina, para mí es simplemente no-té. Un monje siempre huele la lavandina, aunque esté adentro suyo… Ve, fiel aprendiz, ve y medita, ve a caminar… y si encuentras un médico mándalo enseguida para aquí.
- La primer taza de té humedece mis labios y mi garganta, la segunda quiebra mi soledad, la tercera busca mi ser más íntimo…
- Maestro… -intentó interrumpir Poroto sin éxito alguno.
- … La cuarta taza -siguió diciendo Tang Chiun- provoca una tenue transpiración; todos los errores de mi vida escapan por mis poros. Al llegar a la quinta taza estoy purificado; la sexta taza…- ¡Pero maestro..! -volvió a interrumpir Poroto, sólo consiguiendo que su maestro elevase el tono de voz.
- La sexta taza me llama al reino de los inmortales y así debería seguir bebiendo hasta encontrar la iluminación del gran Bodhidharma. Pero como sólo soy un mortal, beberé esta taza de té… ¡Salud, mi impaciente aprendiz!
- ¡Espere maestro! -Tang Chiun bebió velozmente- Maestro, eso no es té… - el maestro escupió el brebaje por los aires- es lavandina… Es que no había otro recipiente…
- Para ti es lavandina, para mí es simplemente no-té. Un monje siempre huele la lavandina, aunque esté adentro suyo… Ve, fiel aprendiz, ve y medita, ve a caminar… y si encuentras un médico mándalo enseguida para aquí.
El maestro en ese momento pensó que había conseguido la iluminación por haber visto un fogonazo a su alrededor. Luego se enteró que sólo era producto de la intoxicación sufrida… Poroto desde entonces comenzó a lavar los pisos con boldo.