Quieto, casi quieto.


Entro mínimo
olor a carbón
carbón pobre.
Mínimo, cortante.
El mostrador es de la señora rubia rusa rubia.
Vieja, mínima también.
Tacita con flores, líquido oscuro.
La taza se quema, y le pongo sal, pero con respeto.
Media hora, y algunos minutos
espera negra, caliente, salada y humeante.
Vacío de seis, o siete pero sin contar al niño,
también rubio ruso rubio que se mira encima.
Dibujo historias para cada uno de los seis o siete,
pero contando al niño rubio ruso rubio,
que para este momento comienza a fumarse a si mismo.

De tanto en tanto.


Soy un hombrecito de seis renglones
Enterrándome hasta la comisura de sus lábios,
me pregunto:
¿Qué se puede nombrar bajo el agua?