Y ya van como cuatro.


Si tan sólo lo que calla no se hiciese chirriante estridencia… Pero por más que tapio la entrada de mis ojos, no puedo más que verlo. Es que en esa boca hay mucho más que palabras, saliva, dientes, aires, lengua, ojos, otras bocas. Y es quizás el costadito izquierdo de su sonrisa donde comienza a derrumbarse todo. De allí se descuelgan los escondrijos, los silencios, las siluetas, las almohadas ajenas. Yo, mientras tanto, empiezo a tirar de un hilito blanco que huye por su comisura. Primero aparecen las palabras fuertes, luego las más tiernas, el esófago, los pulmones y hasta los zapatos. Ni si quiera sé que hacer con tanto suspiro.