Haciendo sombras en la pared.


Todas las noches no fueron suficientes para ella, sólo me pedía una más: y no tuve mejor idea que dársela en las manos. Ahora corcovea por entre mis muslos, y yo no aguanto las cosquillas, o la falta de las mismas. Peleo con la pulga de mi libro por ver quien absorbe más letras.

Deviniendome encima.

Corro al detenerme, me detengo al correr. Luego, y antes, comienzo a meter me dentro de mi boca, masticando mis pies y mis ojos al mismo tiempo hasta trag arme por completo. En ese momento vuelvo a empezar.