Sujetando manteles.


bulimia emocional
punto de anclaje
más razonable
luz para pasar la noche.
auto antropofagia, propio canibalismo.
dolor de estómago

Volada


La presencia de unas palomas en la punta de sus pies, dificultaba su andar. De improviso salieron volando, y sin darse cuenta, ella también ganó cielo. Con el tiempo fue adquiriendo una colección de hábitos aviarios que la llevaban a vivir en mi ventana. Esperando a que emigre con rumbos distintos, no puedo quitarle la vista de encima. Quizás sea por eso que no se marcha.

Agitando monigotes


¿Alguien dudó, acaso, de las verdaderas intenciones de un contubernio semejante? Bueno, quizás habría que haberlo pensado antes. Era cuestión de tiempo para que decidieran manchar sus manos de felpa y, pudriéndose de rencor, alzar sus piolines en clara señal de protesta. Y si acaso alguien no entendía del porqué del llanto infantil, entonces sólo se debería hablar de sencilla estupidez.

De lo diferente.


Un grupo casi tan malo como ellos mismos. No todos participan del gomoso espectáculo. Ella se para en cada esquina para ordenar. El se queda para obedecer.

Taxidermia


Ella tiene dos bolitas de carne en lugar de ojos. Llora humores de todos los colores. Yo tengo el corazón puntiagudo de tanto afilarlo. Lloro humores de todos los colores.

Haciendo sombras en la pared.


Todas las noches no fueron suficientes para ella, sólo me pedía una más: y no tuve mejor idea que dársela en las manos. Ahora corcovea por entre mis muslos, y yo no aguanto las cosquillas, o la falta de las mismas. Peleo con la pulga de mi libro por ver quien absorbe más letras.

Deviniendome encima.

Corro al detenerme, me detengo al correr. Luego, y antes, comienzo a meter me dentro de mi boca, masticando mis pies y mis ojos al mismo tiempo hasta trag arme por completo. En ese momento vuelvo a empezar.

Resbalando sobre mi mismo.

Con el callar en la punta de la lengua, repito:
"Tengo algo de muerto,
quizas sean los dedos,
o la letra sucia de arena en la mesa,
quizás sean las mujeres que no están y que no sangran,
pero ni un poquito.
Mujeres de pies despiertos, vigilantes.
Diez más y me preparo en cuenta regresiva.
No pienso probar el silencio opaco"

Trasnochado



Silueta
De puntillas
Descocida
Sonando ahí
Pincha tu costilla más rosada.
Mujer de covacha dividida
Que rinde, salpica y trina.

Quieto, casi quieto.


Entro mínimo
olor a carbón
carbón pobre.
Mínimo, cortante.
El mostrador es de la señora rubia rusa rubia.
Vieja, mínima también.
Tacita con flores, líquido oscuro.
La taza se quema, y le pongo sal, pero con respeto.
Media hora, y algunos minutos
espera negra, caliente, salada y humeante.
Vacío de seis, o siete pero sin contar al niño,
también rubio ruso rubio que se mira encima.
Dibujo historias para cada uno de los seis o siete,
pero contando al niño rubio ruso rubio,
que para este momento comienza a fumarse a si mismo.

De tanto en tanto.


Soy un hombrecito de seis renglones
Enterrándome hasta la comisura de sus lábios,
me pregunto:
¿Qué se puede nombrar bajo el agua?