Me habló un sábalo con mal temperamento, y no dijo nada que no supiese: me dijo que los sábalos no hablaban.
Ufa...
Con tanta letra no puedo distinguir si la palabra se dice o se escribe. Yo por las dudas gesticulo de más, miro con desconfianza, río tímidamente y cada tanto muestro todos los dientes. De tanta señorita arremolinada, parece como si se oxidara el aire