El otro día, mientras caminaba por la calle, me ladró una jirafa. Iba toda atada a una correa y con cada zancada arrastraba a una anciana que asustada intentaba contenerla. Una jirafa disfrazada. Debo confesar que primero temí que la fiera me comiese, pero luego recordé que yo no era planta, y entonces todo me pareció un poco triste. Una jirafa haciendo el esfuerzo de parecer un perrito, con su pequeño traje blanco, con sus sonidos perrunos, con su olisqueada canina, pero con la innegable mirada de jirafa. Me corrí de su camino y los vi irse a lo lejos. Parece que hay un corso de animales disfrazados y gritándole a la distancia lo único que le pedí es que me invite.