Haciendo sombras en la pared.


Todas las noches no fueron suficientes para ella, sólo me pedía una más: y no tuve mejor idea que dársela en las manos. Ahora corcovea por entre mis muslos, y yo no aguanto las cosquillas, o la falta de las mismas. Peleo con la pulga de mi libro por ver quien absorbe más letras.