El otro día, mientras caminaba por la calle, me ladró una jirafa. Iba toda atada a una correa y con cada zancada arrastraba a una anciana que asustada intentaba contenerla. Una jirafa disfrazada. Debo confesar que primero temí que la fiera me comiese, pero luego recordé que yo no era planta, y entonces todo me pareció un poco triste. Una jirafa haciendo el esfuerzo de parecer un perrito, con su pequeño traje blanco, con sus sonidos perrunos, con su olisqueada canina, pero con la innegable mirada de jirafa. Me corrí de su camino y los vi irse a lo lejos. Parece que hay un corso de animales disfrazados y gritándole a la distancia lo único que le pedí es que me invite.
American Gothic, the movie.
Amores de cama
Mi cama durmió con una mujer. Y ahora dice que la extraña. Tiene las sábanas melancolizadas, dice. El problema es que se niega a acunarme, habla de tatuajes de sueño, de haber sido marcada, de una clase rara de infección. Desde hace tres noches amanezco durmiendo en el piso. Tengo miedo de que mi cama se fugue. La tendría que salir a buscar en pijama.
Un Elefante
El otro día vi un elefante desde mi ventana. Estaba parado en la medianera del vecino. Un elefante disfrazado de pajarito. El traje casi perfecto, la trompa bien camuflada, un silbido entonado y sin embargo su actitud dejaba un poco que desear. No podía ocultar su mirada, la de elefante, de esas gordas y pesadas, que tienen tierra en el lomo y trompas en las narices. Las cosas que hay que andar viendo, un elefante disfrazado. Hasta a volar había aprendido con tal de despistar. Parece que hay un corso de animales disfrazados. Lo único que yo le pedí es que me invitara.
Suicida de Copetin
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