El otro día vi un elefante desde mi ventana. Estaba parado en la medianera del vecino. Un elefante disfrazado de pajarito. El traje casi perfecto, la trompa bien camuflada, un silbido entonado y sin embargo su actitud dejaba un poco que desear. No podía ocultar su mirada, la de elefante, de esas gordas y pesadas, que tienen tierra en el lomo y trompas en las narices. Las cosas que hay que andar viendo, un elefante disfrazado. Hasta a volar había aprendido con tal de despistar. Parece que hay un corso de animales disfrazados. Lo único que yo le pedí es que me invitara.