Es proverbial la incomunicación existente entre algunos seres. Hay ciertos pequeños animalitos habitantes de la zona más austral del continente que luego de pasar hasta varios años juntos, continúan empeñados en darse topetazos unos contra otros en claro signo revulsivo. En ocasiones simplemente se miran, con los ojos vacíos, por horas, años. No se animan a decir la palabra final, y así permanecen en un letargo indeseable que lo único que les recuerda es su imposibilidad de vivir. Cada tanto vuelven de visita a esos besos furtivos, pero eso no sucede muy seguido. A veces sólo habitan pequeñas porciones de sueño nocturno, pero en otras tantas llegan a poblar parcelas inconmensurables de vida virgen.